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El arte de hablar en público

  • Foto del escritor: Eduardo Vargas
    Eduardo Vargas
  • 1 abr 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 2 abr 2018

Entre los rasgos que definen a un líder destaca la capacidad de conectar con sus colaboradores a través de la comunicación

Una cosa es hablar, y otra bien distinta, comunicar. Lo primero puede hacerlo cualquiera, pero lo segundo tan sólo está al alcance de quienes saben por qué y para qué se dirigen a otras personas. En palabras del filósofo griego Platón (427-347 antes de Cristo), "el sabio habla porque tiene algo que decir; el tonto, porque tiene que decir algo".

En el ámbito de la empresa, aunque cada vez se tiene más en cuenta el impacto que tiene la oratoria para cohesionar equipos e inspirar valores, la comunicación no se cuida lo suficiente. Comunicar adecuadamente crea puentes que permiten conectar con las personas que te rodean y escuchan.

Y si bien hay líderes que cuentan con un carisma innato y cierta facilidad para el uso de la palabra, hablar en público es un arte que puede aprenderse rápidamente. Tan sólo se necesita ganas de enfrentarse a uno mismo, a sus miedos e inseguridades, así como profundidad para construir un discurso propio. No en vano, para que los demás te crean y confíen en ti, primero tienes que creer y confiar en ti mismo.

Lo curioso de la comunicación es que lo más importante no es lo que se dice, sino cómo se dice. El significado de las palabras viene determinado por la persona que escucha y no por la que habla. Por eso no hay que obsesionarse con el discurso y sí evitar a toda costa la lectura monótona de un comunicado.

Lo cierto es que sólo el 7% de la comunicación entre dos personas se realiza mediante "las palabras", según reconocidas investigaciones universitarias. El 38% se transmite a través de "la voz y la forma en la que se habla", y el 55% restante, por medio del "lenguaje corporal", que incluye "los gestos, las posturas, el movimiento de los ojos y la respiración".

Centrarse en el auditorio

Dado que el auditorio se fija más en la forma que en el contenido, recomendamos al orador que atienda, observe y detecte las sutiles reacciones del público, de manera que sepa cómo conectar emocionalmente con él. Es fundamental utilizar el entretenimiento como medio para trasladar el mensaje subyacente. De ahí que aconseje no alargarse más de 45 minutos y utilizar anécdotas, experiencias personales o ejemplos cotidianos para conquistar el interés de los demás.

En orden a transmitir claramente el mensaje, los líderes comiencen el discurso diciendo lo que van a decir, luego lo digan y finalmente terminen su intervención recordando lo que acaban de decir. Entre otras cualidades necesarias para llegar a ser un gran orador, es decir, uno que conecta y convence a través de un discurso que da gusto escuchar. La autenticidad -creer en lo que se dice- y el entusiasmo, que consiste en disfrutar diciéndolo.

 
 
 

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