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No es bueno ni malo…. es el punto medio.

  • Foto del escritor: Eduardo Vargas
    Eduardo Vargas
  • 24 sept 2018
  • 2 Min. de lectura

Autor: Betsabe Martínez

Después de una jornada laboral, nos dimos un espacio para compartir en el cumpleaños de nuestra secretaria la señora Petra. Sacamos los globos, los bocaditos y las bebidas refrescantes, la música y comienza la rumba. Nacen los subgrupos, algunos bailan, otros conversan. Hay aquel que solo observa, inclusive, se mantiene en sus labores, ni se integra a la reunión. Mientras, está el que comparte con todos y disfruta al máximo…. En fin, un universo de personalidades que hacen de esta fiesta el equilibrio perfecto.

Bueno, ni tan perfecto, porque una vez que termina, caemos en el juicio de señalar a aquel que compartió demás o el que no lo hizo.

No podemos olvidar que somos seres sociales por el simple hecho de pasar gran parte de nuestra vida con personas. Compartimos pensamientos, emociones, creencias, experiencias que nos llevan al crecimiento personal. Sin embargo, al momento de socializar somos diferentes.

Culturalmente hablando, todo el mundo busca fortalecer la personalidad extrovertida, porque es vista como la más exitosa o la mejor manera de vivir la vida, la que se expresa abiertamente, la que sabe cómo iniciar y llevar bien una conversación, la que disfruta relacionarse en grupo, la que les gusta ser el centro de atención, son asertivos y competitivos y se cargan de energía con la interacción social. Pero existe también los que aman la soledad, los que se relacionan con pocas personas, trabajan en solitario, piensan primero hablan después, se enfocan en profundidad, no son superficiales, irradian calma en tiempos de crisis, proyectan tranquilidad, prefieren escribir que hablar, se llenan de energía cuando pasan tiempo a solas, se agotan por compartir mucho tiempo, esos son los Introvertidos.

¡Pues, no son ni buenos ni malos!, formamos parte de ellos.

¿La tarea?

La terea es descubrir ¿quiénes somos, qué tipo de jugador somos?. El que ha desarrollado su inteligencia interpersonal, pero no ha aprendido la habilidad de expresar sus emociones directa y asertivamente; o el que ha aprendido a pensar dos veces antes de hacer o decir algo y ha logrado un comportamiento más apropiado según la ocasión. Aceptarse, comprender que como eres no está mal. Amarte con el tipo de personalidad que tienes. Descubrir tus habilidades. Desarrollar una personalidad equilibrada para poder interactuar positivamente con personas que tienen una personalidad diferente a la tuya.

Cuando los individuos no son conscientes de estas diferencias, pueden tener problemas para convivir o para trabajar en completa armonía y lograr la comunicación que tanto se espera.

¡Aprende a comunicarte!


 
 
 

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